
"Si una novela es a un trozo de carne, la calidad de la misma dependerá de la condición de la carne y de la manera en que esté cocinada"
Por tanto, podemos definir cuatro categorías de carne (perdón, novelas) que son las siguientes:
- La hamburguesa: son aquellas creaciones cuyo único objetivo es el entretenimiento. La calidad de la materia prima es universalmente definida como mediocre y su preparación es básica y rústica. Proporciona grandes dosis de entretenimiento (sabor) y un consumo rápido, pero no demasiado saludable. A esta categoría pertenece Dan Brown y el resto de sus secuaces.
- El filete con patatas: de acuerdo, el filete es de buena carne de vacuno, pero le falta un algo para ser un plato decente. No hay aderezo. No hay digamos, eso que rodea a la narración de calidad que nos hace pensar que, desde luego, este tío es bueno de verdad. A esta categoría pertence la novela que he comentado antes "Cometas en el Cielo". Son novelas decentes, pero no son buenas, por mucho que sean muy bonitas y todo lo demás. Entre estas dos primeras categorías se producen saltos continuos. Al no escribir bien, los escritores fallan cuando les falla el argumento o la sensibilidad argumental, por ser más precisos.
- El entrecot con salsa de setas (o cualquier otra salsa) y guarnición variada: ¡Ay! Aquí sí. Aquí sí que la elaboración es apreciable. Se nota que hay algo más allá de una buena historia. Se percibe en la redacción, en el ritmo, en la metáfora, en el manejo del lenguaje. Cada párrafo es inspirador desde la vertiente literaria, más allá de la argumental. Ningún escritor de esta categoría puede pasar a las dos anteriores, pero sí a la posterior. Eso sí, hacer entrecots con salsa no significa que tengan el punto de sal, o que estén tiernos, y la cosa se puede convertir en un auténtico ladrillo. Por poner un autor que aprecio: Haruki Murakami, también Auster o Saramago, cualquiera de ellos se ajusta a esta categoría.
- La "nouvelle cuisine" o, parafraseando a Ferrán Adrià en Muchachada, "el trozo de chichilla con patata gajo": Aquí están los pretenciosos, los endiosados y los capullos, si se me permite la expresión. Perteneciendo al grupo anterior corres el riesgo de creer que puedes hacer lo que te salga de los cojones con tu talento. De este modo, se crean monstruos literarios que sólo son comprendidos por las hordas de fans snobs y por la querida madre de los esforzados escritores. Como Ferrán Adrià, se dicen a sí mismos: "Soy un genio. Voy a escribir gilipolleces que seguro que me tratan como a un dios". Por aquí circulan los Thomas Pynchon, los Faulkner y los Joyce. Alguno me pegará cuando lea esto, pero a mí sólo me parece talento desperdiciado. Si puedes hacer un peñazo semejante, no te cargues la poesía de la literatura con esos Arco Iris surrealistas y Sonidos y Furias esquizofrénicos. Y todavía leo por ahí que alguno dice que si no te gusta Pynchon no te gusta la literatura. ¡El acabose!